Desde Tuya, Inés se configuró como una protagonista cuya voz desee seguir leyendo. Esta mujer, de clase alta, que habla y actúa desde el dolor de una traición y la excitación de jugar a la detective, se presentó como una narrativa, como mínimo, interesante para mí. En El tiempo de las moscas hayamos fragmentos de esta Inés: algunos que permanecen, otros desaparecidos y otros puestos constantemente en tensión (ya sea por la propia Inés como por "el Coro" que toma la palabra por momentos).
Me resultó muy entretenido reencontrarme -así como conocer- a esta Ines, quince años después. También me cautivó la oportunidad del reencuentro con Laura y la bienvenida a los nuevos personajes que esta obra introduce -principalmente, al de La Manca-.
Por otro lado, no me deslumbró el diálogo con los discursos y debates feministas que por momentos me pareció demasiado enrostrado, redundante, simplista y hasta aburrido. Creo que, en otras obras -por ejemplo, en Elena sabe-, la autora ha entretejido la coyuntura con mayor soltura y complejidad.
Aunque impulso suficiente para agarrar este libro, la nostalgia producida en quienes adoramos Tuya no matchea con El tiempo de las moscas. Y no porque a esta última le falten condimentos de thriller, no porque la historia no sea interesante, no porque las voces no interpelen. Sencillamente, creo que el motivo yace en que El tiempo de las moscas resulta una suerte de redención de Inés Experey y no así la segunda parte de aquella Inés Pereyra que muchxs esperabamos erradamente.
De todas formas, creo que si hay algo que Piñeiro tiene para ofrecernos -y por la cual sus escritos me entretienen, satisfacen y me convocan a volver a elegirla repetidamente- es su maestría para el retrato de mujeres y su relación con el dinero, la maternidad y la muerte de la cual, hasta ahora, no encontre igual.