Satisfecha de finalizar mi año lector en línea con su comienzo: leyendo literatura japonesa.
La biblioteca de los nuevos comienzos, al igual que Antes de que se enfrie el café -mi primera lectura del año-, es una historia muy dulce que nos sumerge en diversas crisis, reflexiones y vínculos de distintos personajes.
Aoyama utiliza, como Kawaguchi, elementos del realismo mágico. En el caso de la agudeza de esta bibliotecaria, aunque un poco más del lado del realismo, no deja de aportar puntos de conexión luminosos a las tramas de nuestros protagonistas.
La prosa resulta simple pero justa e infestada de destellos de ternura.
Por otro lado, quiero aclarar que me llamó la atención -y, por momentos, molestó- que todas las historias se hayan encontrado fuertemente atravesadas por el mundo laboral y la cultura del esfuerzo/mérito. Llegué a preguntarme "¿acaso es lo único que les pasa?". De todos modos, sus resoluciones tienden a acudir al mundo de lo personal y subjetivo y, por ende, a lo diverso. En este sentido, considero que estos aspectos terminaron por sumar a mi poquísimo entendimiento de la cultura japonesa y a lo que, según sus autores, está sucediendo en ella y quienes la habitan.
Quedan pendientes algunas profundizaciones en revisión de estereotipos y roles, principalmente de género y clase, así como en las preguntas y reflexiones existencialistas y en búsqueda del sentido. Pero, a fin de cuentas, disfrute mucho esta lectura y, sobre todo, en este momento del año. Algunas historias lograron emocionarme y cuestionarme, la mayoría hacerme sonreír. Resulta un libro fácilmente recomendable y ameno de leer.