Con esta pequeña novela construida a partir de ¿pastillas? ¿extractos? ¿apartados?, Kohan delinea una de las épocas más oscuras y atroces de nuestro país y, en particular, aquel momento paradojico en el que con papelitos celestes y blancos y partidos arreglados se intentó cubrir el terrorismo y la crueldad organizada.
El contenido es aterrador porque suena familiar con lo estudiado y lo oído. La aproximación del autor, que comienza con una simultaneidad de narrativas que se va afinando hasta quedarnos con la voz despreciable y casi ajena de nuestro protagonista, me resultó tan interesante como confusa por momentos.
De todas formas, me gustó el texto y me gustó la cadencia y la pluma de Martín Kohan, por lo que espero volver a encontrarme con su obra pronto.
Recomiendo Dos veces junio para quienes, como yo, busquen retomar el ejercicio de la memoria desde la literatura con la valentía que requiere enfrentarse a la frialdad y la dureza de aquellos que protagonizaron y creyeron en el horror como tarea.