Creo que Mi año de descanso y relajación es un buen libro tanto así como creo que no es una lectura para cualquiera.
Su sinopsis es bizarra y los lugares a los que la prosa nos va llevando se sostienen igualmente bizarros -y siempre distintos a los que yo esperaba o imaginaba-. Al mismo tiempo, Moshfegh construye personajes, en especial aquellos femeninos, tan irritables y deprimentes como complejos e interesantes. La construcción de sus voces y sus cuestionables e intrincadas acciones se consolida a lo largo de toda la novela como el fuerte de la autora, como el elemento clave que alimenta y atraca las ganas de continuar leyendo.
No puedo decir que la obra me encantó pero creo que porque, principalmente, no es mi tipo de lectura predilecta. El existencialismo y la depresión se retroalimentan, estructuran y pintan de gris toda la narrativa. Esto, por momentos, erige un tono de tristeza y vacío que me resultó un poco díficil de digerir a través de una protagonista con la que la identificación sólo se posibilita a partir de lugares oscuros y desagradables. 
De todas formas, este libro despierta muchos sentimientos, genera muchas preguntas y continua resonando; y, aunque no necesariamente lo hace dentro del campo de lo agradable, el impacto lo hace una obra, al menos, atractiva.